1. Poema de Guillermo Fernández:
Carta a Peter Schlemihl
(Personaje que vendió su alma al diablo)
¿Qué haces aquí, donde nadie te llama ni te busca?
Abandona ya esa grey inmóvil,
el soslayado anhelo de alcanzar el fondo del barranco
entre mármoles y piedras perfectibles aún para el silencio.
No reinventes jamás esa mirada veloz en su reposo,
la exacta claridad entregada a la catástrofe.
Se ha extraviado la mañana que arrojó a tus pies
la escala de Job,
esa llama inconsciente de su vasto poderío
ardiendo incomprensiblemente a solas
bajo árboles y palmas expulsados de otras latitudes.
¿Qué haces aquí?
Puntualmente la niebla a tu llamado.
¡Anda, bufón!
¡Haz sonar ese costal de huesos trabajosamente
enamorados de la vida,
dale a la manivela de tu organillo chirriante,
pégale duro a tu bella pandereta!
Ese tenso redoble de tambor te hace temblar en el acto
de tragar fuego.
En el mármol mojado de la tumba unas cuantas monedas
te miran fijamente.
Un poco más allá del alcance de tu mano,
se deshilacha el rumor de las ropas de los mercaderes.
Cierra los ojos y toca esta niebla,
palpa aquí los antepasados del mar,
las líneas gastadas de la grandeza angélica,
ese rastro de luz en el corazón del sueño.
Para los que aguardan sólo queda la asfixia de la noche innumerable,
la cómplice reseca de la quietud y el silencio.
Anda, Peter Schlemihl,
vete a joder con tu música a otra parte.
La sombra que se pierde tampoco está en la casa de los muertos.
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